A la circunstancia, al momento o medio para realizar o conseguir algo, se le llama: OPORTUNIDAD.
Circuló en su momento una de las muchas anécdotas sobre honestidad y corrupción en la vida del Presidente Adolfo López Mateos. Uno de sus viejos amigos se le acercó aprovechando su presencia en una de sus giras, para pedirle que colocara en algún puesto de su gabinete o “aunque sea como diputado”, a un familiar a quien recomendó como una persona trabajadora y de buenos principios.
Inmediatamente, con la misma salida que siempre le dio resultado con todos los que se creían con el derecho de hacerle tal solicitud sólo por sentirse parte del grupo de sus amigos cercanos, la usó respondiendo con la frase que el Bronco tomó como suya en uno de los debates contra Andrés Manuel López Obrador: ¿y es honesto, honesto, honesto?
Generalmente el solicitante contestaba en consecuencia que sí. Y cuando le confirmaba que su recomendado nunca había estado en puestos donde se maneja dinero, con la malicia que le era muy particular al único mandatario por quien muchos mexicanos meteríamos las manos al fuego por su limpio manejo de las finanzas públicas, le dijo al amigo oportunista: “¡Ah, es que no ha estado donde hay!”.
El entonces Presidente de México fue un “viejo zorro” en la política, rara vez pecó de ingenuidad, por lo que no daba fácilmente oportunidades, menos a los que pudieran ser acechantes de los puestos que dan poder público o económico para usarlos en su descarado enriquecimiento.
Las oportunidades para quienes las tienen a placer por haber nacido en noble cuna o simplemente por coincidir con el modo, lugar y circunstancia adecuados, contrasta tristemente con la carencia de programas y servicios que en plena época de los Smartphone, de la nanotecnología y la inminente llegada del hombre al planeta Marte, todavía padecen innumerables grupos que los hacen permanecer vulnerables en plena geografía urbana.
La sociedad cada día parece convencerse de que esta marginante situación, le es conveniente a los de la alta condición económica, a los grupos políticos que negocian el voto o cadenas de tiendas comerciales que endeudan más al pueblo con equipos del hogar otorgando pequeños créditos que llevan muchos años e intereses por pagar, en fin, quedando claro que la pobreza y la necesidad también son un gran negocio.
Los programas de apoyo social a esos grupos en vulnerabilidad propuestos por el jefe de la Nación, por su intrínseco buen deseo de hacerlos salir del rezago, son valiosas oportunidades porque se están usando los recursos que genera el trabajador, el empresario; pero que termina siendo decepcionante el que los beneficiados los estén invirtiendo en las mismas prácticas que los tienen en el profundo foso de la marginación en el que ya encontraron su espacio de confort.
Don Pepe, por referir un nombre; espera con ansias el día en que llega a su comunidad el personal habilitado para entregarle su pensión y después de pagarle a doña Chole, la señora de la tienda, los productos comestibles que le pidió a crédito; gustosamente se dirige la cabecera del municipio para que a escasos metros del palacio municipal encuentre a la sexoservidora que lo prodigará de placeres a cambio de una gran parte del dinero recién recibido. Y sucede lo mismo con el que no busca ese tipo de desfogue pasional, pero que bien se satisface empleando el escaso recurso en el “merecido” uso de las bebidas embriagantes.
Debe hacerle pasar los peores berrinches al Presidente el conocer el destino final de los dineros entregados con sus bien intencionados programas; ya lo dijo en una de sus conferencias matinales. Se dio cuenta que la solución a tan antiguo problema social no es sólo prodigar indiscriminadamente las oportunidades, es también acompañarlas de lo más difícil que ha tenido como reto cualquier administración llámese municipal, estatal o federal: la educación.
Sin la valiosa herramienta que es la educación para el cambio de conciencia, el que se ha sacado la lotería con muchos millones, puede despilfarrarla y usted podría preguntarse asombrado ¿cómo un hombre puede terminar con los 80 millones ganados por la suerte? Fácil, recibe 80 y a la vuelta de 2 ó 5 años, se gasta 81 y ahora es peor su condición. Sin la debida transformación mental, toda persona, incluso, todo un pueblo puede estar condenado a caer o continuar en la pobreza.
Basta de programas de apoyo que no generan reales oportunidades de crecimiento, basta de entregar recursos a un pueblo que puede estar en el oprobio económico por ser mal administrador y no recibir junto con el beneficio un vehículo adecuado para multiplicarlo. Entiéndase bien, una cancha pareja no hace ganar siempre a los equipos, una excelente área de juego, más la destreza que da el entrenamiento, es decir la educación y la práctica, es lo que hace exitoso al conjunto.