Del silencio de un verso efímero, a medio terminar,
La vi desprenderse generosamente, de un sueño.
El amanecer intenso de sus lívidos colores,
Exaltaba toda su gracia y melancólica demencia.
Desatando en ella, una postura casi relajada,
Que, al tocarse sus labios, ella misma desprendía.
Olvidando aquella historia pasajera del su gran amor,
De una trágica obsesión y melancólica expresiva belleza.
La oí soñar una frágil caricia serenamente fría.
Y le pregunté con un sentimiento débil, de mi matiz poético.
¿Eres mi madre, quién evoca la palabra sensibilidad, al reír desnuda?
Si... Hermosa bendición mía, ¡ese ángel impreso de tú fachada inmaculada! Ugo