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Por: Alfredo Delgado Calderón /Centro INAH

El combate del 20 de Noviembre de 1913 en Acayucan

En enero de 1913 fue asesinado el presidente de la República Francisco I. Madero. Varios grupos de antiguos rebeldes maderistas se levantaron en armas en contra del usurpador Victoriano Huerta. Entre los primeros en combatir la dictadura en Acayucan en marzo de 1913 tenemos a Nicanor Pérez, Manuel Paredes y Pedro Carvajal. Para junio de ese año se les unieron los jefes rebeldes Hilario C. Salas, Miguel Alemán González y Marcelino Absalón Pérez. Para sellar su alianza firmaron el llamado Pacto del Volcán. De junio a noviembre de ese año tuvieron varias escaramuzas y emboscadas contra el ejército federal, pero sin mayores consecuencias.


Foto: José Fernández del: (Diario del Sur)


Principiando el mes de noviembre los revolucionarios planearon una acción de mayor envergadura. Diferentes grupos al mando de Pedro Carvajal, Hilario C. Salas, Pastor López, Albino Romay, Nicanor Pérez y otros líderes más, se unieron para atacar la cabecera cantonal de Acayucan. Eran alrededor de 400 insurgentes. La maniobra se efectuó a las 4 de la mañana del día 20 de noviembre de 1913. Sólo había 20 soldados federales al mando del cabo primero Lucas Martínez, quien fungía como jefe de la plaza. Los soldados resistieron el ataque durante hora y media, dando tiempo a que se incorporaran las fuerzas que guarnecían Soconusco y Sayula, 20 de tropa al mando del subteniente Donaciano Guerrero y 75 de tropa al mando del teniente Manuel Villamar. El jefe político de Acayucan, el mayor de infantería Manuel Martínez Corona, organizó la defensa de la plaza y el contraataque. Igual que sucedió a fines de septiembre de 1906, cuando Salas atacó Acayucan por primera vez, los vecinos apoyaron a los soldados federales y al desalojar a los revolucionarios se presentaron a pedir armas para perseguir a “los bandoleros”.


Luego de 5 horas de tiroteo se quebró la línea de ataque, huyendo los rebeldes en completa desbandada. Pero mientras combatían, aprovecharon para saquear tiendas de abarrotes y ropa, llevándose mercancías por valor de $ 4000. De las oficinas de correos no pudieron llevarse nada, aunque hicieron estropicios y quemaron una cantina. El saldo para los atacantes fue negativo, pues aunque se llevaron parte de sus muertos y a sus heridos, dejaron 15 cadáveres tirados en las calles del pueblo. En su huida mataron a dos gentes pacíficas. Los federales tuvieron 4 heridos y un muerto. Por esta acción el mayor Martínez Corona fue ascendido a teniente coronel dos días después. El jefe militar del Istmo era entonces el general Lauro F. Cejudo.


Después del fallido ataque a Acayucan las fuerzas revolucionarias nuevamente se dividieron, regresando a sus campamentos. Del grupo de Pedro Carvajal se separaron los cuenqueños comandados por Cruz V. Rodríguez y Juan Medina, por no haberles “convenido la manera de manejarse” de su jefe, según decían. No obstante la derrota y la fractura de las fuerzas insurgentes, la lucha continuó. Después de varios días de espera, Hilario C. Salas planeó por su cuenta atacar las principales poblaciones de los Tuxtlas. El 26 de noviembre tomó brevemente Santiago Tuxtla, que estaba desguarnecido. Luego se dirigió a la congregación de Arroyo Largo. El día 29 por la mañana atacó Comoapan, que estaba defendido por una pequeña guarnición de 11 soldados. Los defensores hicieron una tenaz resistencia por varias horas, dando tiempo para que el capitán René Ortega Utrilla saliera de Catemaco con una partida de 61 hombres para apoyar la defensa de Comoapan. Ante la llegada de refuerzos militares la gente de Salas se vio obligada a retirarse dejando dos muertos, así como dos caballos. Los soldados sólo tuvieron un herido. De Comoapan Salas se retiró al poniente de los Tuxtlas, para atacar la finca Las Cruces, pero los voluntarios que la defendían también opusieron una inusitada resistencia. Los rebeldes sólo pudieron tomarla después de 4 horas de tiroteo.


De las montañas tuxtecas la gente de Salas bajó enseguida a los llanos, donde tomaron por sorpresa la hacienda de Nopalapan, pero el 3 de diciembre fueron desalojados por fuerzas militares al mando del teniente Dimas Ortega. Retornando a las montañas, los rebeldes tomaron al día siguiente el pueblo popoluca de La Candelaria, de donde era originario uno de los hombres de confianza de Salas, el indígena Silverio Pablo. La ranchería fue tomada después de un tiroteo de media hora contra los voluntarios que la defendían.


Las fuerzas rebeldes crecían sin cesar y se movían por toda la sierra con la complicidad abierta de los pueblos y rancherías. El jefe político de Acayucan, el recién ascendido teniente coronel Manuel Martínez Corona decidió tomar la iniciativa ante la evidente movilización de los rebeldes, que significaba que planeaban alguna acción mayor. En su recorrido por las faldas serranas que se vuelcan hacia Acayucan, el 16 de diciembre de 1913 las fuerzas de Martínez Corona se toparon con una gran concentración de revolucionarios al mando de Pedro Carvajal. Tomados por sorpresa los rebeldes, que sumaban unos 400, tuvieron incontables bajas y dejaron abandonados 67 caballos, armas, municiones y bastimentos. La desbandada rebelde fue perseguida por Martínez Corona al día siguiente, causándoles numerosas bajas entre muertos y heridos.


El día 17 también se enfrentaron los revolucionarios con el destacamento federal que guarnecía San Juan Evangelista. Ese mismo día 17 de diciembre Hilario C. Salas trató de tomar de nueva cuenta Comoapan, pero fue rechazado por la fuerza al mando del cabo segundo Celso R. Palomino, viéndose obligado a bajar hacia los llanos de Acayucan. Pero por esos rumbos la situación no estaba mejor para los insurrectos, pues el día 20 de diciembre fue atacado el pueblo de Los Quemados (hoy Aguilera) por fuerzas federales y voluntarios. El pueblo había sido un antiguo palenque de negros y sus habitantes tenían fama de pendencieros y fandangueros. Junto con otros pueblos de origen afromestizo como Malota, Tizamar, Cruz del Milagro, Jomate, Juanita, San Felipe y Santa Catarina, formaban la mayoría de contingentes de Nicanor Pérez. Eran los jarochos llaneros, descendientes de padres negros y madre indígena, que durante siglos vivieron como vaqueros, milicianos o milperos itinerantes, prácticamente sin ley y sin acceso a una tierra propia. El jefe de los rebeldes de Los Quemados era Cayetano Gil. El pueblo se estaba haciendo famoso porque en él no entraban las autoridades y los revolucionarios allí encontraban refugio. Por eso el capitán Sotomayor decidió darles un escarmiento y atacarlos. Sorprendidos, los revolucionarios fueron desalojados y el pueblo quemado.


Los hombres de Pedro Carvajal e Hilario C. Salas se fueron concentrando en Hueyapan, acaso para iniciar la contraofensiva. Pero, mientras se agrupaban, el ejército nuevamente tomó la iniciativa y el jefe político de Acayucan, dispuesto a ganarse otro ascenso, montó un operativo que sorprendió a los revolucionarios cuando en número de 300 pernoctaban en Hueyapan. El 24 de diciembre de 1913 los rebeldes fueron batidos a dos fuegos dejando 13 muertos y numerosos heridos. Sin casi oponer resistencia huyeron desorganizados hacia lo más abrupto de la serranía. Los militares sólo tuvieron dos muertos, un oficial y un soldado. Dispuesto a exterminarlos, Martínez Corona persiguió a sus presas sin tregua por las ásperas montañas tuxtecas en las horas siguientes, sin poder localizarlos. Fue hasta el 26 de diciembre que hizo contacto con los prófugos en un lugar llamado Huisapan, pero luego de un breve tiroteo volvieron a desaparecer. Fueron las últimas acciones conjuntas de los rebeldes. Semanas después sería asesinado Hilario C. Salas, culpándose de ese asesinato a Pedro Carvajal, aunque su asesino material fue Pastor López, hombre de confianza del propio Hilario C. Salas.

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