Quetzalcóatl es una de las deidades fundamentales de la religión mesoamericana. Su nombre significa serpiente preciosa en el idioma nahuatl, o pájaro - serpiente. Este dios está representado por una serpiente emplumada, y sus antecedentes más remotos se encuentran en los pantanos del río Coatzacoalcos, en los milenarios monumentos olmecas. En general, Quetzalcóatl es un dios benévolo y sabio, aunque sus atributos concretos varían de una época a otra y de una a otra cultura.
Para los aztecas Quetzalcóatl era un dios creador, pero sobre todo se representaba como el dios del viento, en su advocación de Ehecatl, mientras que para los toltecas era el dios del bien y la cultura. En Xochicalco era una deidad ligada al agua, y era la contraparte de una dualidad divina: como agua que corre era Quetzalcóatl pero como lluvia y rayo era Tláloc. Ambos derivaron de una antigua deidad olmeca del agua, la serpiente – nube, que fue abundantemente representada en estelas, monumentos, decoración cerámica y petrograbados. En la antigua ciudad totonaca de Tajín era Quetzalcóatl Nacxitl, un dios doble, ligado a Venus, al juego de pelota y al maíz.
Los olmecas y Quetzalcóatl
Aún hoy día se conoce a los tornados y turbonadas como serpientes de agua o serpientes de nube, por la forma serpentina que toman. Esa asociación de las serpientes con las tormentas, el agua corriente y la lluvia viene de siglos atrás. Desde hace tres mil años los olmecas de Chalcatzingo representaban serpientes emplumadas voladoras, y serpientes asociadas a las nubes y las gotas de lluvia. En plena cuenca del río Coatzacoalcos, en la Meseta de San Lorenzo, el monumento 47 es un personaje labrado en basalto que sostiene entre sus manos a una serpiente de cuyos costados sobresalen plumas y que destacados arqueólogos como Michael Coe y Richard Diehl consideran como una de las primeras representaciones de Quetzalcóatl (Coe y Diehl, 1980, T. I: 357).
Otros monumentos olmecas de Potrero Nuevo, La Venta y Laguna de los Cerros representan personajes olmecas manipulando serpientes o serpientes solas, o imágenes abstractas de cabezas y cuerpos de serpientes. Los personajes, como el que está grabado en el monumento 19 de La Venta, pueden ser sacerdotes, magos o culebreros, o dignatarios cuyo símbolo es la serpiente, o ancestros que fundaron sus linajes en este animal. Los especialistas coinciden en asociar las serpientes olmecas con el agua, la lluvia y las tormentas, aunque también hay una representación especial de un símbolo en el que se funden los atributos serpentinos y de aves con los rasgos del jaguar. Con esa fusión se creó un símbolo conocido como dragón olmeca, el cual es el totem por excelencia de este pueblo, y que Miguel Covarrubias y Enrique Florescano consideran que se fue transformando y cuyos atributos se seleccionaron de manera diferenciada para dar origen a los dioses mesoamericanos Quetzalcóatl, Tláloc y Tezcatlipoca.
Quetzalcóatl en el mundo clásico
La gran cultura olmeca se desarrolló entre el 1500 aC y el inicio de la Era actual. Después de su dispersión y decremento, surgió Teotihuacan como una gran Ciudad Estado, cuyo esplendor se dio entre los años 300 y 600. Los teotihuacanos forjaron un imperio que dejó huella en toda Mesoamérica. Uno de sus principales templos fue dedicado al nuevo dios Quetzalcóatl. La fachada de dicho templo, recubierta de cabezas de serpientes emplumadas, es uno de los símbolos más conocidos del sabio dios Quetzalcóatl.
Ahora bien, ¿por qué estos atributos se consideraron dignos de representar a un dios? Las serpientes en la tradición mesoamericana representan la fertilidad de la tierra, la abundancia; fueron asociadas con el agua corriente de los ríos y arroyos porque unos y otras se deslizan y tienen una forma alargada similar. Además, las serpientes representan la resurrección, ya que cada año mudan de piel y se regeneran, como lo hace la vegetación en las temporadas de lluvia y de sequía. Las plumas que adornan a Quetzalcóatl, no son plumas comunes, son quetzalli, plumas de quetzal o plumas preciosas, la materia primorosa con que trabajan los amantecas, por eso también es dios patrono de los artesanos.
Si bien los olmecas sentaron las bases para la religión mesoamericana, desarrollando símbolos y atributos que serían fundamentales en los siglos posteriores, fue en Teotihuacan donde Quetzalcóatl tomó sus atributos distintivos y se convirtió en una deidad particular. Junto a dioses como Tláloc, Chalchiuhtlicue, Tezcatlipoca y Huehuetéotl, Quetzalcóatl pasó a ocupar su lugar en el panteón mesoamericano. Desde Teotihuacan su culto se extendió a todas partes y tuvo importantes templos en Xochicalco, Cholula, Tajín, Chichén Itzá, Tula y Mayapán.
Los sacerdotes de Quetzalcóatl fueron importantes, pues se les consideraba con los atributos de la deidad: eran sabios, bondadosos, hábiles artesanos, libres de vicio y castos. Uno de estos sacerdotes fue Quetzalcóatl Topiltzin, quien gobernaba Tula. Arqueólogos e historiadopres aún discuten si la Tula mencionada en el mito era Tullan Teotihuacán o Tullan Xicocotitlan, una situada en el Estado de México y la otra en el estado de Hidalgo.
El Señor de Tula
Cuenta la Leyenda de los Soles que uno de estos sacerdotes, llamado Ce Acatl Topiltzin Quetzalcóatl nació de Mixcóatl y Chimalmatl. Al nacer él, murió su madre, por lo que fue criado por Quilaxtli y Cihuacóhuatl. Fue un gran conquistador, y luego de someter a las provincias del Altiplano salió rumbo al sur, conquistando Acalan, la zona entre los actuales estados de Tabasco y Campeche. Narra la leyenda: “Luego fue a Acallan, por donde pasó el río, y asimismo conquistó bien, hasta que llegó a Tlapallan. Ahí se enfermó, cinco días estuvo enfermo, y enseguida murió. Luego que murió, le quemaron: estuvo ardiendo” (Códice Chimalpopoca, 1975: 125). El Tlapallan mencionado fue identificado por Melgarejo Vivanco como el viejo sitio arqueológico de Jáltipan, aunque Tlapallan se le llamaba también a toda la región sur de Veracruz.
Los Anales de Cuauhtitlán dan una versión similar sobre el sacerdote Ce Acatl Topiltzin Quetzalcóatl, pero abundan afirmando que aunque poseía grandes riquezas era humilde, que oraba y hacía penitencia, y que como gobernante de Tula jamás permitió los sacrificios humanos. Sobre este sacerdote y gobernante llamado Quetzalcóatl dicen los Anales:
Cuando vivía no se mostraba públicamente: estaba dentro de un aposento muy obscuro y custodiado: le cuidaban sus pajes en muchas partes, que cerraban; su aposento era el último, y en cada uno estaban sus pajes y en ellos había esteras de piedras preciosas, de pluma de quetzalli y de plata. Está dicho que edificó sus cuatro casas de ayuno. Se refiere que, cuando vivía Quetzalcóatl, reiteradamente quisieron engañarle los demonios, para que hiciera sacrificios humanos, matando hombres. Pero él nunca quiso ni condescendió, porque amaba mucho a sus vasallos, que eran los toltecas, sino que sus sacrificios eran siempre de culebras, aves y mariposas que mataba. Se cuenta que eso enfadó a los demonios, que comenzaron a escarnecerle cuando le dijeron lo que querían, para molestarle y hacerle huir, como en efectlo sucedió (Códice Chimalpopoca, 1975: 8).
Para hacerlo pecar y caer es desgracia Tezcatlipoca, Ihuimécatl y Toltécatl idearon una estratagema. Tezcatlipoca se presentó en su palacio con un espejo de obsidiana, mostrándole cómo era su cara. El rey - sacerdote se asustó: “Dijo -Si me vieran mis vasallos, quizá corrieran. Por las muchas verrugas de sus párpados, las cuencas hundidas de los ojos y toda muy hinchada su cara” (op. cit., p. 9). Entonces Ihuimécatl mandó a un oficial de plumas a que aderezara la cara de Quetzalcóatl, a fin de despertar su vanidad. Le pusieron insignias de plumas, una máscara de piedra verde, le pintaron la cara y lo ataviaron ricamente. Después, los mismos que tramaban su caída llevaron a Quetzalcóatl comida y pulque. El rey se resistió a probar el pulque, porque estaba ayunando. Ante su insistencia probó un poco y le gustó. Pidió entonces tres medidas de pulque, pero los embaucadores le dieron cinco. Ebrio, Quetzalcóatl mandó a sus pajes para que llevaran a su hermana, que también era sacerdotiza. Ambos se emborracharon con pulque y olvidaron hacer penitencia y ayuno al amanecer, olvidaron sus rezos y cantos a los dioses. Avergozado por su falta, Quetzalcóatl decidió abandonar Tula.
Inmediatamente se fue Quetzalcóatl; se puso de pie; llamó a todos sus pajes y lloró con ellos. Luego se fueron a Tlillan Tlapallan, el quemadero. Él fue viendo y experimentando por dondequiera: ningún lugar le agradó. Y habiendo llegado a donde iba, otra vez ahí se entristeció y lloró. Se dice que este año uno acatl, habiendo llegado a la orilla celeste del agua divina (a la costa del mar), se paró, lloró, cogió sus arreos, aderezó su insignia de plumas y su máscara verde. Luego que se atavió, él mismo se prendió fuego y se quemó: por eso se llama el quemadero ahí donde fue Quetzalcóatl a quemarse. Se dice que cuando ardió al punto se encumbraron sus cenizas, y que aparecieron a verle todas las aves preciosas que se remontan y visitan el cielo (…). Al acabarse sus cenizas, al momento vieron encumbrase el corazón de Quetzalcóatl. Según sabían, fue al cielo y entró en el cielo. Decían los viejos que se convirtió en la estrella que al alba sale (Códice Chimalpopoca, 1975: 11).
Cuentan las crónicas que durante cuatro días Quetzalcóatl no apareció, pues fue a morar entre los muertos, al Mictlan, y cuatro días más estuvo acumulando flechas, pero al amanecer del octavo surgió como un gran lucero, por eso se le llama Señor del Alba, a quien se le conoce también como Tlahuizcalpantecuhtli.
Otra variante del mito menciona que Quetzalcóatl partió por mar hacia el oriente embarcado en una balsa hecha de serpientes, prometiendo volver y recuperar su reino. Tal cosa acontecería en un año uno caña, el nombre calendárico del dios sacerdote. La fatal coincidencia de que en 1519, a la llegada de Cortés, fuera un año uno caña, impidió que Moctezuma combatiera en un principio a los invasores, al confundirlo con el dios Quetzalcóatl que retornaba.
Un mito más ubica a Quetzalcóatl inmolándose en el Citlaltepec, el pico de Orizaba, de cuyo cráter emergió convertido en la estrella de la mañana, de allí el nombre del volcán, que significa “cerro de la estrella”.
Quetzalcóatl y Coatzacoalcos
Aunque el mito afirma vagamente que Quetzalcóatl se inmoló frente al mar en Tlillan Tlapalan, algunos autores identifican tal lugar como la costa de Coatzacoalcos, ya que tal nombre significa precisamente “en el santuario de la serpiente” o “donde la serpiente se esconde”, puesto que tzacualli significa adoratorio, madriguera o escondite, en el antiguo idioma nahua; coatl es serpiente y –co es un indicativo de lugar. Pero tal nombre, Coatzacoalco, sin la “s” final, lo llevan el río principal de la región, fue el nombre la provincia y fue el nombre que tuvo la ciudad cabecera del señorío que predominaba a la llegada de los españoles.
El río fue nombrado indistintamente como Mixtán o Coatzacoalco, mientras que la provincia indígena se desvaneció desde mediados del siglo XVI, y pocas décadas después desapareció su capital, que había sido rebautizada como Villa del Espíritu Santo. Su nombre, deformado por los españoles, se mantuvo para designar a la alcaldía mayor en que se transformó, la cual era conocida como Guazacualco o Goazacoalcos. El actual municipio de Coatzacoalcos y la ciudad retomaron el nombre a fines del siglo XIX, pero se fundaron en sitio distinto al original. Al nombre de Coatzacoalco se le añadió indebidamente una “s” final, a la manera española colonial, pues es como si se dijera, por ejemplo, Comalcalcos, en plural.
Para el profesor José Luis Melgarejo Vivanco, Tlapallan fue el antiguo Jáltipan, de donde salió un grupo a fundar Teotihuacán, mientras que otro grupo fundó una ciudad más, sobre la costa cercana a Pajapan, a la cual nombraron Tlillan Tlapallan, y que correspondería con el sitio arqueológico de Loloma, el cual es enorme y ha dado origen a diversos mitos entre los nahuas costeños. Según esta versión, serían las costas pajapeñas las que vieron inmolarse a Quetzalcóatl.
Los cronistas señalan a toda la antigua provincia del sur veracruzano indistintamente como Tlapallan o Tlillan Tlapallan, la tierra de las pinturas o la tierra del color rojo y negro, en alusión a su fertilidad y a sus vetas de almagre, mineral que era muy apreciado en la alfafería.
Fray Bernardino de Sahagún escribía que los habitantes de la región que se encontraba “hacia el nacimiento del sol” eran conocidos como olmeca huixtotin mixtecas, que el área era considerada como el Tlalocan, es decir, uno de los nueve paraísos indígenas, y que sus tierras eran muy fértiles. A los moradores de esta región se les consideraba toltecas, es decir, hombres diestros en varios oficios, y agrega Sahagún que ellos mismos se decían hijos de Quetzalcóatl. Es demasiado sugerente que el mito, la arqueología y las crónicas señalen al sur de Veracruz como el destino final de este héroe cultural, dios creador, artesano y sabio.
Quetzalcóatl, dios creador.
Refieren los mitos aztecas que hubo dos dioses creadores, quienes alternativamente crearon y destruyeron los mundos y humanidades precedentes. Uno fue Quetzalcóatl, dios benéfico, descubridor de la agricultura, y el malvado Tezcatlipoca, dios nocturno, patrono de los hechiceros, cuyo nahual es el tigre.
Fue Tezcatlipoca el primero que se convirtió en sol. Los primeros hombres de esa primitiva era fueron gigantes, quienes no cultivaban y sólo comían bellotas, frutas y raíces silvestres. Quetzalcóatl dio un golpe con su bastón a Tezcatlipoca, quien cayó a la tierra convertido en tigre y devoró a los gigantes. Así quedó la tierra despoblada y el firmamento quedó sin sol. Entonces Quetzalcóatl se convirtió en sol, rigiendo sobre una nueva humanidad, hasta que Tezcatlipoca lo derribó de un zarpazo. En su caída Quetzalcóatl levantó un gran viento que derribó a los árboles y liquidó a los hombres. Quienes no perecieron quedaron convertidos en monos. Entonces los dioses pusieron al dios Tláloc como nuevo sol. Esa tercera era terminó cuando Quetzalcóatl hizo que lloviera fuego, pereciendo la mayoría de hombres; quienes se salvaron quedaron convertidos en pájaros. Como nuevo sol, Quetzalcóatl puso a su hermana Chalchiuhtlicue, diosa del agua. Para acabar con la cuarta humanidad Tezcatlipoca desató un gran diluvio, pereciendo casi todos los seres humanos; quienes se salvaron quedaron convertidos en peces.
No había entonces cielo ni tierra, pues consideraban que el cielo era de agua, pero como había caído sobre la tierra, era menester separarlos. De modo que Quetzalcóatl y Tezcatlipoca juntos levantaron el cielo, separándolo de la tierra.
El nuevo sol, el quinto, en el cual vivimos, fue creado en Teotihuacan por dos dioses que se inmolaron en una gran hoguera: Nanahuatzin, que se convirtió en el sol, y Tecucciztécatl, que se transformó en la luna.
El dios del maíz
A semejanza de la serpiente que muda de piel para renovarse, el grano de maíz muere para renacer, convertirse en planta y producir. Esa capacidad de regenerarse identifica a Quetzalcóatl con el dios del maíz. De hecho el nombre esotérico del maíz es Chicomecóatl, siete serpiente. Los mismos mitos fundadores refieren que fue Quetzalcóatl quien descubrió al maíz en el Tonacatépetl, el cerro de los mantenimientos, de donde se lo dio a la humanidad. Otros mitos consignan que la actual humanidad se originó luego de varios intentos de los dioses por crear a los hombres. Usaron diversos materiales, como madera y barro, pero ninguno logró crear hombres completos, hasta que usaron la masa de maíz. Por ello los hombres mesoamericanos son los hijos del maíz.
En el mito maya registrado en el Popol Vuh los héroes culturales que dan el maíz a la humanidad son los gemelos divinos Hunahpú y Xbalanqué, cuyas aventuras por el inframundo y su enfrentamiento con los dioses, van conformando el universo conocido. Casi textualmente, las mismas aventuras se cuentan entre los popolucas y los nahuas de la Sierra de Soteapan, sólo que se atribuyen a Homshuk, el dios del maíz, conocido también como Sintiopi o Tamakatzin. Algunas variantes del mito refieren también a unos gemelos, sólo que los identifican como hombre y mujer. Como quiera que sea, Homshuk nace de un huevo y es criado por los brujos Chichiman, quienes pretenden devorarlo. El dios del maíz en siete días camina y habla, y en siete días más recorre el mundo, se enfrenta al tigre, a los Chichiman y al Viejo Rayo del Sur. El niño - dios del maíz siempre es ayudado por diversos animales, a quienes va dando cualidades especiales. En el reto final, el Viejo Rayo del Sur o Centello, queda cojo y es atado en el fondo del mar. Homshuk lo condena a bañarlo cada año para que el maíz pueda florecer y alimentar a los hombres.
En esencia este mito es similar al mito totonaco de Juan Atzin, el joven que desobedece a unos ancianos magos y provoca el diluvio, teniéndo que atarlo en el fondo del mar, desde donde espera su cumpleaños, el 24 de junio, para salir y provocar otro diluvio. Por eso cada año desde mayo empieza a tronar y a llover. Pero siempre es engañado, y los ancianos magos le dicen que ya se acerca su cumpleaños, pero siempre se les “olvida” decirle cuándo es, y sólo lo mencionan ya que pasó. Según el mito el cerro donde viven los ancianos es la pirámide de los nichos, en Tajín; y tajín significa “rayo”, es decir, son los señores del rayo, hijos y hermanos de Tlaloc, el dios de la lluvia. Quetzalcóatl está grabado en los relieves del juego de pelota de Tajín como Quetzalcóatl Nacxitl, el Quetzalcóatl doble, por eso se le representa con cuatro piernas y cuatro brazos, dos cuerpos extendidos en direcciones contrarias pero compartiendo una sola cabeza.
En realidad los gemelos divinos mayas, Homshuk y Quetzacóatl, son el mismo personaje. Quetzalcóatl también tiene un gemelo, Xolotl: Quetzalcóatl es el lucero del amanecer, mientras que Xolotl es la estrella del ocaso, aunque ambos en realidad son el planeta Venus. De hecho a los gemelos se les llama precisamente coates por Quetzacóatl, pues cuate viene de cóatl, serpiente. A veces la contraparte de Quetzalcóatl es el dios Tezcatlipoca, su hermano, quien se representa con una piel de tigre, que simboliza la noche, y con una pierna quebrada, la cual es sustituida por un espejo de obsidiana, símbolo de los hechiceros. Tezcatlipoca vendría a ser entonces el Centello del mito popoluca, pues ambos son cojos y adversarios del dios del maíz.
La leyenda popoluca afirma que Homshuk bajó al inframundo por los huesos de su padre para darle vida y crear a la humanidad a partir de ellos. Con la lagartija mandó un mensaje a su madre para que al ver llegar al hombre no riera ni llorara, pero la lagartija dio el mensaje al revés, de manera que los hombres perdieron la oportunidad de ser inmortales. Un pasaje similar refiere el Popol Vuh sobre las aventuras de los gemelos divinos. Y en los mitos aztecas, es Quetzalcóatl quien baja al inframundo por los huesos de sus ancestros, los muele y se sangra el pene para darles vida y crear una nueva humanidad.
Quetzalcóatl tiene varias advocaciones o desdoblamientos. Como dios del viento es Ehecatl, y se le representa con un pico de pato, con el que sopla. Los templos redondos están dedicados a este dios, como por ejemplo el pequeño adoratorio azteca que se conserva en la estación del metro Pino Suárez, en la Ciudad de México. La razón de que sus templos sean redondos, es para que circule Ehecatl, el viento, libremente y no se lastime con las esquinas.
Como Quetzalcóatl Nacxitl es un dios dual, doble. Como Tlahuizcalpantecuhtli es el lucero de la mañana, Venus, que aparece al oriente. El lucero viaja por el firmamento, hasta que finalmente hay una época del año en que desaparece en el poniente, porque allí baja al inframundo para reaparecer como Xólotl, la estrella vespertina y comenzar un nuevo ciclo.
Los hombres son hijos de Quetzalcóatl, ya sea porque les dio vida con su sangre, o porque los crearon a partir del maíz, grano que él descubrió y extrajo con dificultades del Tonacatépetl, el cerro de los mantenimientos; por eso es padre y creador, dador universal y benefactor de la humanidad. En una bella síntesis, Alfonso Caso recalca el papel fundamental de este dios:
A los hombres les enseña la manera de pulir el jade y las otras piedras preciosas y de encontrar los yacimientos de estas piedras; a tejer las telas polícromas, con el algodón milagroso que ya nace teñido de diferentes colores, y a fabricar los mosaicos con plumas del quetzal, del pájaro azul, del colibrí, de la guacamaya y de otras aves de brillante plumaje. Pero sobre todo enseñó al hombre la ciencia, dándole el medio de medir el tiempo y estudiar las revoluciones de los astros; les enseñó el calendario e inventó las ceremonias y fijó los días para las oraciones y los sacrificios (Caso, 1989: 39-40).
Son varios los atributos que nos permiten identificar a Quetzalcóatl en las representaciones escultóricas y pictográficas. Normalmente porta un gorro cónico elaborado con piel de tigre, reminiscencia de las representaciones olmecas del dios del maíz. Otro elemento es un pico de ave o pato, conocido como máscara bucal, que lo identifica como dios del viento o Ehecatl. Un pectoral formado por un caracol marino cortado transversalmente es también otro de sus símbolos, lo mismo que la serpiente emplumada o un hueso puntiagudo en su tocado que lo señala como señor del autosacrificio. Una orejera redonda con una concha torcida también lo identifica. Las barbas igualmente son características de este dios, no porque sea europeo, como equivocadamente se cree, sino porque es un dios creador viejo, ni más ni menos que el padre de la humanidad.
Biografía
Caso, Alfonso. El pueblo del sol. Fondo de Cultura Económica. México, 1989.
Coe, Michael D. y Richard Diehl. In the land of de olmec. 2 tomos. University of Texas Press. 1980.
Códice Chimalpopoca. Anales de Cuauhtitlán y Leyenda de los soles. Instituto de Investigaciones Históricas. UNAM, México, 1975.
Delgado Calderón, Alfredo. Historia, cultura e identidad en el Sotavento. Conaculta, México, 2004.
Florescano, Enrique. El mito de Quetzalcóatl. Fondo de Cultura Económica, México, 1999.
Piña Chan, Román. Quetzalcóatl, serpiente emplumada. Lecturas Mexicanas no. 69, Fondo de Cultura Económica, México, 1985.
Sahagún, Fray Bernardino de. Historia general de las cosas de la Nueva España. 2 tomos. Col. Cien de México, CNCA/Alianza Editorial, 1989.
Séjourné, Laurette. Pensamiento y religión en el México antiguo. Lecturas Mexicanas no. 30. Fondo de Cultura Económica. México, 1984.