Soconusco, místico y enigmático, posee un tesoro cultural muy apreciado por los habitantes, el pozo de la sal, reliquia histórica del pueblo que guarda leyendas y mitos de los antepasados en la época prehispánica; se cree que Moctezuma lo utilizó para esconderse, donde lloró la derrota de su pueblo. Cada mes de mayo los lugareños recuerdan la tradición mediante danzas, música y rituales. La nombran “La Feria de la Sal”.
El pozo de la salina, se ubica a siete kilómetros al norte de la cabecera municipal, perteneciente al ejido Benito Juárez. Lugar que tiene una interesante historia. El pozo es considerado sagrado para el pueblo náhuatl Xoco-noch-ko, lugar de tunas agrias.
Narra la leyenda que el emperador Moctezuma llegó a las tierras de Soconusco, situándose donde se celebra el pozo de la salina y en épocas de estiaje, el agua es salada.
Según la narrativa de la leyenda menciona que Moctezuma, ordenó que construyeran un pozo para beber agua y no morir de sed, como el emperador no encontraba agua ofreció su ejército como ofrenda a los dioses para que le proporcionara el importante líquido.
Hubo derramamiento de sangre que causó dicha promesa, induciendo que los dioses se enojaran con Moctezuma y en vez de brotar agua del pozo, surgió una sal de color rosa pálido, recordándole la sangre derramada.
En el citado lugar, año con año las mujeres veteranas del municipio hacen sus ritos muy autóctonos sahumando al pozo, haciendo el trueque entre sus visitantes, y armonizar el ambiente sin enojos ni violencia, ya que si alguna persona que va al pozo a cocer o extraer sal, lleva en su sangre la envidia, el odio o mala voluntad, la "chaneca" se enoja y no le permite la extracción de agua para hervir y obtener sal.
Los nativos de Soconusco siguen las costumbres y van a extraer el apreciado mineral, se guían con el canto de un pajarito llamado primavera, conocido por los lugareños como salinera, o con la aparición de la flor del árbol de hule, esto quiere decir que ha llegado el momento de procesar la sal.
Año con año se reúnen familias naturales del lugar, para llevar el proceso de la extracción del agua del pozo, la cual hierven alrededor de cinco horas para obtener la sal pura. La organización de este procedimiento es equivalente a la época prehispánica, donde el hombre consuma el trabajo fuerte, como en ir en busca de la leña, sacar el agua del pozo, prender fuego a la leña para el proceso de solidificación del agua de sal y la mujer es la que se encarga de vigilar el hervor, atizar la lumbre, secar la sal en costalillos y hacer la comida durante todos los días de aposento en el pozo de la salina.
Un ejemplo es Herminia Hernández Casabón, nativa de Soconusco, lleva más de cinco años procesando la sal que es natural. Ella, continúa el ejemplo de sus abuelos que le dejaron de enseñanza, seguir con las tradiciones de nuestros antepasados. Y reitera que la sal tiene muchas propiedades para la salud. La utiliza todo el año para su consumo y también la venden para las personas que la requieren.
Doña Camelia afirma que inician quince días antes, los cuales tienen que permanecer en el lugar de la salina, para atizar la lumbre agilizando la solidificación de ese mineral.
Los nativos, como toda tribu duermen casi a la intemperie, se cobijan en hamacas bajo la protección de los árboles de amate y espino blanco que rodean al pozo de la sal; se alumbran con candiles de petróleo, alejados del pueblo y sin temor alguno. Sienten seguridad y paz interior ya que al pozo lo resguarda una cruz que cada año es bendecida y sahumada en el tradicional ritual.
La reyna debe portar el traje típico del lugar, con un refajo de algodón a rayas, el cual está sujeto a la cintura con una faja tejida a mano con flecos en las orillas; el camisón era una manta con flores bordadas a mano; y los accesorios eran aretes y collares de flores, el cabello trenzado amarrado con listones de vistosos colores y descalza; el complemento era una canasta o cazuelita de barro llena de sal”.
Narra la historia que anteriormente era necesario la presencia de un rezador, para pronunciar un rosario en honor a la cruz que resguarda al pozo de la sal.
El festejo del ritual se lleva acabo cada año, a través de la reyna de la sal, ahora le tocó a Heidi Martínez Cruz, quien se encarga de sahumar alrededor de la palapa, que cubre el pozo, mientras el rey Tzamoc, Obed Valentín Tadeo, va tras ella con una veladora encendida, la cual significa que el pocito de la salina está alumbrado por la gracia de Dios, posteriormente la corte real gira alrededor del pozo al ritmo de flauta y tambor.
La finalidad de continuar con las tradiciones prehispánicas, es seguir rescatando la cultura y fusionando con nuevas actividades que vayan acorde a los usos y costumbres de los ancestros, menciona el presidente municipal Rolando Sinforoso Rosas, sin perder el contexto de las prácticas nahuas que son la herencia de un pueblo.
Se efectúan distintas actividades culturales y deportivas para la recreación de los pobladores que son los que llegan a distraerse y degustar de una muestra gastronómica tradicional como es el popo y el tamal de masa cocida. También se contó con una exposición fotográfica a cargo del historiador y coleccionista Josué Viveros Cuervo. Un pequeño museo de reliquias antiguas existentes en el municipio que coordinó Simón Navarrete Francisco, líder náhuatl que impulsa la medicina tradicional.
Otro de los espectáculos fue la danza de Moros y Malinche en el centro ceremonial, grupo de jaraneros, huapango, carreras de ciclismo de montaña, carreras de caballo y una hermosa banda compuesta por jóvenes que adornaban la fiesta de la sal.
De los invitados que acompañaron al munícipe Rolando Sinforoso, fue el síndico único del ayuntamiento de Soconusco, Lucinda Joachin Culebro; el regidor único, Santos Cruz Prieto, la presidente municipal de Soteapan, Deysi Sagrero Juárez y los reyes de la feria Heydi I y Obed I.
Es así como los habitantes de Soconusco en coordinación con las autoridades del municipio, celebran cada año la tradición prehispánica que surge en la época del emperador Moctezuma y que históricamente se ha convertido en una costumbre de generación en generación.